Cuando un puerto empieza a quedarse sin mar
Burriana siempre ha vivido de cara al mar. Pero ahora, cuando uno se asoma al puerto, ya no encuentra aquel bullicio que marcaba la rutina de los pescadores. Lo que antes eran redes tendidas, motores en marcha y lonja viva desde primera hora, hoy se ha convertido en una escena tranquila, casi demasiado. La pesca en Burriana está atravesando un momento complicado, y cada año que pasa el muelle lo refleja con más claridad.
Y esto no solo ocurre aquí. Como en casi todos los puertos pesqueros del Mediterráneo español, la actividad se va apagando poco a poco. Barcos que se retiran, lonjas con menos producto y cofradías que sobreviven con lo justo. Es un patrón que se repite de norte a sur.
Solo 25 barcos siguen faenando
En 2024, la Cofradía de Pescadores de Burriana cuenta con 25 embarcaciones activas. En 2019 eran 27. La bajada es leve en número, pero significativa en lo que representa: una tendencia que no se frena y que ya dura más de una década.
¿Por qué se pierden barcos?
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Porque no hay relevo. Los jóvenes no ven futuro en un sector que apenas sobrevive.
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Porque pescar ya no sale a cuenta. Los costes suben, los ingresos no.
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Porque se restringen los días de faena. En algunos casos, solo se autorizan 27 días al año.
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Porque la presión normativa agobia. Controles, papeleo, normativas cambiantes… cuesta más cumplir con la ley que salir a faenar.
¿Qué tipo de flota queda en Burriana?
La flota que resiste en Burriana se divide principalmente en tres grupos:
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Arrastreros: embarcaciones grandes que faenan en el fondo marino.
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Barcos con artes menores: palangres, trasmallos y nasas, sobre todo en embarcaciones más pequeñas.
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Algún cerquero local, aunque sin grandes volúmenes ni vinculación al atún rojo.
Son barcos de tradición familiar, con décadas en activo. Hoy, muchos se mantienen más por apego y resistencia que por rentabilidad real.
La Cofradía, al límite: sin edificio y con lo justo
Hasta hace poco, la Cofradía de Pescadores de Burriana contaba con su propio edificio administrativo. Ya no. En enero de 2025 se confirmó que abandonaban esa sede para trasladarse a las instalaciones de la lonja. La decisión no fue estética ni organizativa: fue económica.
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¿Por qué? Porque ya no podían afrontar el coste del mantenimiento ni del personal.
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¿Qué harán con el edificio? El Ayuntamiento planea reconvertirlo en un espacio polivalente para actividades sociales y culturales.
El traslado es una señal clara de cómo el sector se ha visto obligado a recortar hasta lo básico para sobrevivir.
La lonja, con menos vida
La lonja de Burriana sigue funcionando, pero con mucha menos actividad. La caída del número de barcos ha reducido las capturas y el movimiento económico. Las subastas ya no son lo que eran, y los compradores también han ido disminuyendo. Lo que antes era punto neurálgico de la economía local, hoy es una sombra de lo que fue.
La voz de los pescadores
“Cada vez somos menos. Y los que quedamos, tenemos miedo de equivocarnos y acabar sancionados. Antes éramos pescadores. Ahora somos supervivientes”, cuenta uno de los patrones veteranos del puerto.
Muchos coinciden en lo mismo: no piden ayudas ni privilegios, solo poder trabajar. Pero entre las trabas administrativas, las cuotas mínimas y la incertidumbre constante, la pesca tradicional se está quedando sin aire.
¿Y el futuro?
El futuro de la pesca en Burriana no está escrito, pero si no se actúa, está claro hacia dónde va. Para cambiar el rumbo harían falta medidas claras y valientes:
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Ampliar los días de faena para garantizar que el trabajo sea viable.
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Repartir las cuotas de manera justa, priorizando a las flotas artesanales.
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Simplificar la burocracia, dejando de tratar al pescador como sospechoso permanente.
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Impulsar el relevo generacional con formación e incentivos.
Sin estos cambios, Burriana no solo perderá un sector económico. Perderá una identidad.
Burriana no merece un puerto muerto.
La pesca no es un recuerdo romántico, es una actividad que ha sostenido a muchas familias y que, bien gestionada, puede seguir haciéndolo. Pero hay que actuar. Porque si no se cuida, si no se escucha al que está en el mar cada día, solo quedarán las fotos antiguas colgadas en un edificio reconvertido.
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