Este año Eurovisión no fue un festival, fue un circo. Pero no de los buenos. Fue un show donde la música quedó en segundo plano y lo que de verdad se cantó —aunque intentaron taparlo— fue la censura, las amenazas y una doble moral que apesta.
Y sí, RTVE se atrevió a decir lo que muchos piensan… y claro, les cayó la del pulpo.
RTVE soltó la frase y tembló el decorado
Justo antes de empezar la final, TVE puso un mensaje en pantalla:
“Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina.”
No mencionaron a nadie, pero todos sabíamos de qué iba. ¿Qué pasó después? Que a la Unión Europea de Radiodifusión (UER) le dio un ataque de nervios. Amenaza de multa incluida. ¿Por qué? Porque según ellos, hablar de derechos humanos en Eurovisión es “meter política”. Pero, ¿desde cuándo pedir justicia molesta más que un playback mal hecho?
Y mientras RTVE recibía palos por decir lo obvio, la delegación israelí podía hablar de su candidata como víctima del 7 de octubre sin que nadie dijera ni mu. Eso, por lo visto, no es política. Es emotividad. Claro que sí.
Israel, el televoto mágico y la duda razonable
Israel presentó New Day Will Rise. Vale. Nada del otro mundo. Pero de pronto, ¡pum! El televoto lo catapulta del puesto 15 al 2º como si fuera el Messi de Eurovisión. En España, otra vez, 12 puntos. ¿Coincidencia? ¿O alguien está metiendo mano?
RTVE ha dicho basta. Quiere que se revise el sistema de televoto. No por rabieta (Melody quedó la 24, tampoco había mucho que celebrar), sino porque algo no cuadra. Y no están solos: Bélgica, Islandia y Eslovenia también quieren explicaciones. Porque esto ya no va de canciones, va de credibilidad.
Abucheos silenciados, pancartas fuera y comentaristas atados
Durante la actuación israelí hubo abucheos. ¿Los oíste? No. Porque los silenciaron en la retransmisión. Así, como quien sube el volumen del público falso en un programa grabado.
Y a los que sacaron banderas o silbatos, los echaron de la sala. ¿Motivo? Seguridad. Ya. Seguridad de no incomodar a nadie.
Los comentaristas de TVE, Tony Aguilar y Julia Varela, también recibieron toque de atención. En la semifinal habían mencionado el conflicto de Gaza y los más de 50.000 muertos, según la ONU. La UER reaccionó como si hubieran insultado a la abuela del festival. Les mandaron callar. Literal.
En España, también se montó la guerra (pero política)
Sánchez dijo que, igual que vetaron a Rusia por Ucrania, deberían hacer lo mismo con Israel. Que no se pueden tener dos varas de medir. Y en eso, razón no le falta.
Sumar, IU y Podemos se sumaron al carro: piden la expulsión de Israel del festival y que el dinero del televoto se destine a ayuda humanitaria. PP y Vox, por su parte, aprovecharon para sacar artillería contra RTVE y decir que están politizando todo. Vamos, lo de siempre.
Vox incluso pidió la cabeza del presidente de RTVE. Porque claro, lo peor no es la guerra. Lo peor, para ellos, es que se diga que hay una.
¿Apolítico? Venga ya...
Eurovisión lleva años siendo política. Desde Conchita Wurst hasta el veto a Rusia. Lo que pasa es que ahora quieren hacernos creer que esto es solo música, luces y lentejuelas. Pero si cuentas muertos de un bando, eres sensible. Y si hablas del otro, te cae una sanción.
La UER no es neutral. Es cómoda. Y RTVE esta vez no se ha bajado los pantalones. Ha dicho lo que tocaba, con elegancia y con datos. Y eso les ha dolido más que una nota desafinada en directo.
¿Seguimos yendo a Eurovisión o qué?
Eurovisión 2025 ha sido un mal chiste. La música, un decorado. La política, por todas partes. Y la libertad de expresión, en cuidados intensivos.
¿De verdad vale la pena seguir en un festival que te castiga por decir lo que es evidente? Quizás ya va siendo hora de plantarse.
O al menos, de dejar de fingir que esto va solo de cantar.