La pesca recreativa tiene siglos de historia en España, pero sigue marginada en las leyes. Hora de alzar la voz.

No estamos hablando de moda: es tradición

Hay quien todavía cree que la pesca recreativa es cosa de domingueros. Gente con caña en mano, birra en la otra, molestando a los “de verdad”. Pero eso es una caricatura interesada, alimentada desde los despachos. Porque la realidad es otra: la pesca recreativa en España lleva siglos formando parte del paisaje costero, social y económico. No es una afición reciente, ni un capricho de nuevos ricos. Es cultura popular. Es identidad. Es historia.

Y sin embargo, se la trata como si hubiera aparecido ayer.


“Actividad pesquera histórica”: el truco sucio del sistema

En cada ley, reglamento o reparto de cuotas, aparece una frase clave: actividad pesquera histórica. ¿Y qué significa esto? Básicamente, lo que han pescado profesionalmente los barcos censados desde que hay papeles. Esos datos sirven para repartir el pastel: toneladas de atún, merluza, besugo… y poder decir “esto es mío, porque llevo años pescándolo”.

¿Y la pesca recreativa? Nada. Ni una línea.

Porque claro, no hay facturas, ni kilos en lonja, ni historiales contables. ¿Y eso qué? ¿Acaso los pescadores de caña, volantín, o curricán no llevan décadas –o siglos– saliendo al mar? ¿No han pescado, comido, compartido y enseñado a generaciones a respetar el mar?

Sí. Pero como no consta en los Excel del Ministerio, no existe.


No es ignorancia. Es desprecio

Lo más grave no es el olvido, es el menosprecio deliberado. Cada vez que se reparten cuotas, se redactan borradores o se imponen restricciones, la pesca recreativa queda fuera del debate.

Y no porque no tenga valor. Porque no interesa reconocerlo.

¿Aporta valor económico? Sí. Más de 4.000 millones de euros al año en actividad directa e indirecta: turismo, náutica, hostelería, ferreterías, carnadas, embarcaciones, licencias, puertos deportivos…

¿Genera empleo? Sí. Más de 120.000 puestos entre directos e inducidos.

¿Tiene impacto en el territorio? Sí. Mantiene vida en pueblos costeros, anima la economía local, enseña educación ambiental y une generaciones.

¿Recibe alguna ayuda? Cero. Ni una subvención, ni una cuota justa, ni una representación digna.


España brilla en el mundo... pero la ignoran en casa

La mayor ironía: mientras aquí se margina a los pescadores recreativos, en el extranjero los aplauden. La pesca recreativa española es reconocida y premiada en campeonatos internacionales de primer nivel.

Logros destacados:

  • Pesca submarina: Campeones del mundo por equipos (2014, 2023), con podios completos e históricos.

  • Pesca en agua dulce femenina: Oro en el Mundial 2024 de Penacova, con participación de Nuria Mallada.

  • Pesca de altura: Ganadores de la Copa Internacional de Atún Gigante en México (2017).

  • Pesca en embarcación fondeada y mar-costa: Medallas constantes en mundiales, con figuras como Josep Maria Prat Viciano.

¿Y qué decir de Manu Vidal?

Manuel Vidal Barrachina, pescador de Vila-real, es uno de los grandes referentes actuales. Ha participado en 18 campeonatos mundiales y ha cosechado más de una decena de medallas. En 2024 logró:

  • Plata por equipos en el Mundial de Corcheo Mar (Samos, Grecia).

  • Bronce individual, solo superado por los italianos Alex Sottilotta e Ignazio Laconte.

Es presidente del Club de Pesca Millars, y un ejemplo de dedicación, técnica y constancia. Y como él, hay muchos más. Pero claro… nada de esto cuenta a la hora de repartir derechos pesqueros.


¿Quién se está llevando el rancho?

Y mientras tanto, barcos industriales pescan toneladas de atún rojo, sin apenas control real, y lo venden en mercados internacionales.
¿Dónde están esos inspectores que multan a los recreativos por llevarse un besugo para el horno?

Seamos claros: esto no va de sostenibilidad, va de intereses económicos mal repartidos. El recreativo no contamina más, no depreda más, ni especula. Pesca menos, gasta más y aporta mucho. Pero como no reparte comisiones, no sale en la foto.


¿Hasta cuándo vamos a callar?

Es hora de levantar la voz. De exigir que se reconozca la actividad pesquera histórica recreativa. Que se revise el reparto de cuotas. Que se abran los censos. Que se escuche a las federaciones, a los clubes, a los guías, a los miles de aficionados que no quieren ser turistas del mar, sino parte viva de él.

Y sobre todo, que no se pisotee la memoria de quienes han pescado con caña o volantín desde antes de que existieran los reglamentos que hoy los criminalizan.


El mar es de todos. Y la historia también

La historia pesquera de este país no se escribió solo con redes y motores. También se escribió con cañas, bicheros, neveras de playa y curricanes a vela. Ignorar eso es borrar una parte esencial de nuestra identidad costera.

Y eso no lo vamos a permitir.