He sido pescador profesional durante muchos años. Conozco bien lo que significa ganarse el pan en el mar: madrugones, esfuerzo y días que no siempre salen como uno espera. Y por eso valoro ese oficio y lo respeto profundamente. Pero también sé que estamos desperdiciando una oportunidad tremenda: la pesca recreativa. Y no porque falten recursos o demanda, sino porque aquí seguimos legislando con la vista nublada y el oído tapado.
La pesca profesional: necesaria, pero con techo
La pesca profesional alimenta a muchas familias, sostiene puertos y mueve una buena parte del engranaje económico en zonas costeras. Detrás de cada barco hay una lonja, un transportista, un mecánico, un astillero. Y aún así, cada año que pasa, más trabas, más burocracia y menos margen. El mar ya no da para todos como antes, y el sistema de cuotas tampoco ayuda.
No se trata de eliminar la pesca profesional. Se trata de reconocer que su capacidad de crecimiento es limitada, y que necesitamos abrir la mirada a otras formas de convivir con el mar.
¿Y la pesca recreativa? ¿Qué pintamos?
Pues en lugar de aprovechar su potencial, seguimos tratándola como si fuera el enemigo. Como si el que lanza una caña desde la costa o alquila un charter con su hijo un sábado fuera responsable del declive pesquero del Mediterráneo.
La realidad es que la pesca recreativa legal no comercializa pescado ni compite con la profesional. Su valor está en todo lo que mueve alrededor: turismo, equipamiento, charter, alojamientos, servicios náuticos... Y no es poca cosa.
Vamos con los números
Más de 1 millón de pescadores recreativos activos en España.
Gasto medio estimado: 1.500 euros al año por persona.
Resultado: 1.500 millones de euros al año, solo en impacto directo.
Si se impulsara el turismo de pesca, el charter legal y las rutas guiadas, estaríamos fácilmente en los 2.000 millones.
Todo eso sin vender ni un solo kilo de pescado.
¿Y qué hace Francia que no hacemos nosotros?
Francia entendió que la pesca recreativa es un motor económico y turístico. Tiene una estrategia clara:
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Registro digital unificado
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Cupos anuales específicos para especies sensibles como el atún rojo
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Guías de pesca titulados y regulados
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Charter profesional y legalizado
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Declaraciones de capturas obligatorias
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Promoción dentro del turismo azul
Solo en pesca de interior, Francia genera más de 2.000 millones de euros al año. En marina, aún más. Y con una gestión seria, sin criminalizar al aficionado.
¿Y el atún rojo? Vamos a compararlo
España tiene 6.783 toneladas de cuota de atún rojo en 2025.
De esa cuota, el 87 % está en manos de almadrabas y cerqueros industriales. Son los que capturan los atunes y los llevan vivos a jaulas de engorde. Allí los mantienen varios meses, los engordan, y luego los exportan —sobre todo a Japón— a precios de mercado premium.
¿Cuánto genera eso?
A un precio entre 30 y 50 euros por kilo, hablamos de entre 177 y 295 millones de euros al año.
Eso sí, la mayoría de ese atún —sobre todo el capturado por almadrabas y cerqueros industriales— ni siquiera pasa por lonja. Muchos ejemplares se trasladan vivos a jaulas de engorde, donde se mantienen varios meses hasta alcanzar un mayor valor comercial. Luego se sacrifican y se exportan directamente, principalmente a Japón, fuera del circuito público de subasta. Esto significa que el valor real de estas capturas es mucho más alto de lo que reflejan las estadísticas oficiales, y además, está muy concentrado en unas pocas empresas con capacidad de procesado y exportación directa.
Comparativa directa
Concepto | Profesional (atún rojo) | Recreativo (todas especies) |
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Producción anual | 6.783 toneladas | Sin venta de pescado |
Valor directo estimado | 177–295 millones € | 1.500–2.000 millones € |
Reparto del ingreso | Muy concentrado | Amplio y diverso (charter, guías, tiendas, hostelería) |
Potencial de crecimiento | Limitado | Enorme con gestión adecuada |
Impacto ambiental | Medio | Bajo si se regula bien |
¿Y si el recreativo pudiera pescar atún rojo de verdad?
Actualmente, el recreativo apenas accede al 0,5 % de la cuota de atún rojo en España. Si se le asignara un 3 %, podrían movilizarse entre 20 y 40 millones de euros adicionales solo con esa especie, en gasto turístico, salidas de charter, alquiler de embarcaciones, guías, restauración, puertos deportivos...
Sin vender ni un solo pez.
Entonces… ¿por qué se legisla contra el recreativo?
Porque no está organizado, no tiene voz institucional fuerte y no interesa a los que manejan las cuotas. Así de claro.
En vez de fomentar la pesca recreativa responsable, el Ministerio la frena: cupos absurdos, borradores redactados como si el recreativo fuera un furtivo con licencia, más burocracia, menos incentivos.
Mientras en Francia o EE.UU. lo integran en su modelo turístico y económico, aquí se le cierran puertas.
¿Qué se podría hacer?
Muy fácil. Pero hace falta voluntad política y visión de futuro:
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Una licencia nacional digital y moderna
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Cuotas recreativas razonables, como en Francia
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Charter regulado, con formación y beneficios fiscales
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Guías de pesca como actividad profesional reconocida
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Declaración obligatoria de capturas (sí, también para recreativos)
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Zonas de pesca turística, igual que hay zonas de buceo
Todo eso generaría riqueza, empleo, turismo, cultura marina… sin agotar el recurso.
¿Y si le diéramos a la pesca recreativa el sitio que merece?
En España, la pesca profesional genera unos 1.800 millones de euros al año en capturas, y cerca de 2.700 millones si sumamos la acuicultura. Son cifras importantes, que sostienen empleos, puertos y comunidades costeras. Nadie lo discute.
Pero aquí va la otra cara de la moneda:
La pesca recreativa, sin vender un solo kilo de pescado, ya mueve entre 1.500 y 2.000 millones de euros al año. Y eso sin apenas promoción, sin una estructura profesionalizada y sin apoyo institucional. Si se integrara como parte del turismo nacional, con rutas, charter legal, formación y una cuota justa para especies como el atún rojo, podría alcanzar fácilmente los 2.500 o incluso 3.000 millones anuales.
No es una amenaza para la profesional. Es una oportunidad para todos.
Un modelo mixto, inteligente, sostenible y bien gestionado podría dar vida a los pueblos costeros, crear empleo de calidad y diversificar la economía azul.
Y sin agotar el mar.
La pregunta ya no es si podemos hacerlo.
La pregunta es: ¿a qué estamos esperando?