Vista aérea de Marina Burriananova en Burriana, con yates amarrados, edificios de servicios náuticos y zona de aparcamiento techado junto al espigón.

En Burriana ya se comenta por todos lados: algo gordo ha pasado en el puerto. Y no es que hayan atracado más veleros franceses de lo normal. Lo que ha cambiado, y mucho, es quién lleva el timón de Marina Burriananova. La marina ha sido comprada al completo por Buenavista Infrastructure, un fondo que no viene solo: lo hace a través de URUK Capital, una empresa compartida al 50% con otro viejo conocido del sector, Nauplia Capital.

No es una operación cualquiera. No es maquillaje. Es un movimiento estratégico con todas las letras, que apunta alto y mira a largo plazo. Burriananova no es una marina cualquiera, y por eso la jugada tiene tanta miga.


¿Quién se la queda y a quién se la compran?

Hasta hace dos días, la marina era propiedad del Grupo Gimeno, a través de Gimecons, su filial constructora. Ahora, la cosa pasa a manos privadas con músculo inversor y experiencia. Lo que se han llevado no es poca cosa: 345 amarres, con una ocupación que ronda el 95%, más 19 locales y talleres, 76 pañoles y una marina seca que también está funcionando a pleno rendimiento. Vamos, que no es una marina medio vacía esperando tiempos mejores. Es un activo consolidado que está dando guerra… y beneficios.

Imagen aérea del puerto deportivo de Burriana con múltiples embarcaciones amarradas, edificios portuarios y la ciudad al fondo.

Además, hay un detalle clave: la concesión, que en principio terminaba en 2035, se ha ampliado hasta 2045. Traducido a lenguaje inversor: margen de maniobra y retorno asegurado durante 20 años.


¿Quiénes son estos de Buenavista y Nauplia?

Aquí no estamos hablando de un par de socios locales con ganas de probar suerte. Buenavista Infrastructure es la división de infraestructuras de un fondo más grande, Buenavista Equity Partners, que maneja más de 1.200 millones de euros y lleva en esto desde los años 90. No van dando tumbos. Van a tiro hecho.

Y Nauplia Capital, su socio en esta operación, es algo así como el gigante tranquilo del sector náutico español. Desde 2015 han ido comprando y gestionando puertos deportivos de todo tipo y tamaño: Marina Empuriabrava, Port Torredembarra, Marina Hércules en Ceuta, Puerto Deportivo de Gijón, Port Segur-Calafell, Puerto Deportivo de Baiona, y recientemente, Marina Lanzarote y Marina Port Premià, a tiro de piedra de Barcelona. Lo suyo es tener una red bien conectada de marinas con potencial turístico.

La operación ha contado con asesoramiento legal y financiero a dos bandas: ILV Silver y Ramón y Cajal por parte del comprador; KPMG y PwC por parte del Grupo Gimeno. Nada de improvisaciones.


Una estrategia con brújula: invertir en marinas

La de Burriananova es la tercera inversión que hace URUK Capital. Pero no va a ser la última. Su plan es seguir comprando marinas en España y Portugal. ¿Por qué? Porque están convencidos de que el turismo náutico va a más. Y porque saben que, bien gestionados, estos espacios generan ingresos estables, actividad económica y empleo. Y, en su versión más optimista, también regeneran zonas costeras que estaban un poco olvidadas.

Todo esto se envuelve en un discurso que habla de sostenibilidad, eficiencia energética, integración local y mejora de servicios. Y si se cumple, puede ser positivo. Pero como siempre, el papel lo aguanta todo.


¿Qué significa esto para Burriana?

Pues de momento, buenas señales. El nuevo gerente, Olmo Hornero, ya se ha reunido con el alcalde, Jorge Monferrer, para poner sobre la mesa lo que viene. Y la idea es clara: mantener lo que funciona y mejorar lo que se pueda.

Reunión en una oficina entre el alcalde de Burriana y representantes de la nueva gerencia de Marina Burriananova, sentados en sofás amarillos frente a una mesa con documentos.

El Ayuntamiento lo ve como una oportunidad para reforzar su estrategia de promoción náutica. No es casualidad que en FITUR 2025 se haya presentado un plan para posicionar a Burriana como referente en actividades marítimas. Y no lo tiene difícil: con 15 kilómetros de playa, un puerto cada vez más potente y la Escuela del Mar —la más grande de España—, la ciudad tiene cartas para jugar bien esta partida.

Además, no olvidemos el contexto: se está reactivando el PAI Sant Gregori, hay propuestas en marcha en El Arenal, y la fachada marítima empieza a ser un frente común de interés para inversores, urbanistas y administraciones. La marina es solo una pieza, pero una muy visible.


¿Y qué ha pasado en otras marinas que han comprado?

Aquí es donde los hechos mandan más que las promesas. Porque está muy bien hablar de sostenibilidad, eficiencia y modernización, pero al final lo que cuentan son los cambios reales que han notado los usuarios.

En Marina Port Premià, por ejemplo, tras la adquisición y su transformación en un espacio más “premium”, muchos usuarios históricos se quejaron de subidas notables en los precios. Especialmente en amarres de corta estancia, varada y servicios de mantenimiento. También se impusieron nuevas tarifas para servicios que antes estaban incluidos. En redes y foros náuticos hubo cierto malestar, y algunos navegantes se mudaron a puertos públicos o más baratos del Maresme.

En Empuriabrava, el cambio fue más sutil pero también evidente. Los locales comerciales vieron subir sus cánones de arrendamiento, y hubo presión para mantener ciertos estándares estéticos o de servicios mínimos que algunos negocios pequeños no pudieron asumir. No fue una estampida, pero sí un cambio en el tipo de comercios.

Y en Marina Hércules, en Ceuta, también surgieron tensiones: el encarecimiento de amarres y servicios afectó sobre todo a usuarios locales con embarcaciones más modestas. Se empezó a priorizar la llegada de grandes yates, y eso desplazó en parte a la clientela de siempre.

En resumen: sí, los precios suelen subir tras la entrada de estos fondos. Y eso puede tener consecuencias: usuarios que se van, negocios que cierran, o una sensación de que el puerto se “desconecta” del entorno y empieza a girar solo en torno al turismo de alto poder adquisitivo.

¿Se gana en servicios? En muchos casos, sí. ¿Mejora la imagen? También. Pero el equilibrio entre rentabilidad e identidad local no siempre es fácil. Y esa será una de las claves en Burriana: que no se pierda el vínculo con el entorno por querer convertir la marina en un decorado de postal.

Porque si lo que se trae es una mejora real, que se nota y se comparte, perfecto. Pero si solo se mira el Excel sin mirar al pantalán, puede que lo que empezó como una oportunidad acabe dejando a gente fuera.


¿Y el Club Náutico de Burriana? ¿Podría pasar lo mismo?

La pregunta está en el aire. Si Marina Burriananova ha pasado a manos privadas, ¿podría ocurrir algo similar con el Club Náutico de Burriana?

Vista aérea del Club Náutico de Burriana con embarcaciones atracadas, piscina exterior y edificios residenciales en segunda línea de mar.

Por ahora, no. Son modelos distintos. El Club Náutico es una entidad sin ánimo de lucro, gestionada por sus socios, y con un enfoque más deportivo, social y local. Pero hay una cosa que comparten: ambos funcionan bajo concesión pública. Y esas concesiones tienen fecha de caducidad.

Si el día de mañana toca renovarla y se abre un nuevo concurso, cualquiera podría presentarse. Incluso un fondo de inversión. Ya ha pasado en otros puertos de España. Si el club no está preparado, puede quedarse fuera.

Todo dependerá de cómo se mueva. Si se profesionaliza, si mantiene buenas relaciones con las instituciones y si demuestra su valor social, tendrá opciones de continuar. Si no… podría ser el siguiente en pasar por el mismo proceso.


Una mirada al futuro

¿Va a cambiar Burriananova de arriba abajo de la noche a la mañana? No. Pero sí hay un rumbo claro. Los nuevos propietarios no vienen a pasar el rato. Vienen a rentabilizar, modernizar y escalar. Si lo hacen bien, la marina puede ganar en servicios, imagen y proyección. Si lo hacen muy bien, puede integrarse mejor en la vida del pueblo. Pero para eso tendrán que ir más allá del Excel y escuchar lo que dice la gente del muelle, del bar del puerto, del varadero.

El reto es claro: mejorar sin desarraigar, crecer sin desplazar, modernizar sin perder el alma marinera que aún respira entre los pantalanes. Si lo logran, ganamos todos: inversores, usuarios, vecinos… y Burriana.


¿Has navegado o trabajado en Burriananova? ¿Qué te parece esta nueva etapa? ¿Y qué opinas del futuro del Club Náutico? Cuéntalo en los comentarios o comparte tu experiencia.


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