Cosas que pasan y no deberían pasar
Lo han vuelto a hacer. Y no debería sorprendernos, pero duele igual. Hay cosas que no tendrían que ocurrir en una sociedad que se dice democrática, plural y libre. Y, sin embargo, pasan. Como el ataque al mural feminista de Getafe, una agresión que va mucho más allá de la pintura: es un intento de borrar símbolos, memorias y luchas que a algunos les incomodan profundamente.
No es solo pintura: es odio organizado
En la madrugada de este domingo, el mural feminista de Getafe ha vuelto a ser atacado. Y no es un acto aislado ni fruto de una gamberrada puntual: es una agresión ideológica, consciente y perfectamente orquestada. El grupo ultraderechista Juventud Combativa no solo ha cubierto de pintura negra los rostros de mujeres emblemáticas, como Clara Campoamor o Frida Kahlo; ha ido más allá. Esta vez el mensaje es aún más cruel, más explícito, más cobarde: dibujar turbantes negros sobre los rostros como gesto islamófobo, grabarlo, editarlo con música y difundirlo en redes sociales. Puro marketing del odio.
Con camisetas donde se autodenominan “Patriotas Revolucionarios”, los autores han convertido el vandalismo en propaganda. En sus redes sociales, se burlan, amenazan y se jactan: “Toda la basura feminista que pintéis la volveremos a tapar”. Un mensaje que, lejos de ser anecdótico, retrata una realidad cada vez más preocupante: hay quienes quieren retroceder décadas en derechos y libertades, a brochazos de intolerancia.
Un símbolo feminista que incomoda a los de siempre
El mural fue impulsado por la Concejalía de Feminismos del Ayuntamiento de Getafe y representa a 15 mujeres referentes en la lucha por los derechos humanos, la igualdad y la justicia social. No es solo arte urbano: es memoria, pedagogía, resistencia. Es una declaración pública de principios. Y eso es, precisamente, lo que molesta a los fanáticos del patriarcado y el autoritarismo.
No es la primera vez que ocurre. En 2021, ya fue atacado con simbología nazi y pintura en varios colores. Entonces, el colectivo artístico Unlogic Crew, junto a vecinos y vecinas del municipio, lo restauró. La historia se repite: el fascismo siempre vuelve donde hay memoria, porque le aterra.
La respuesta: firme, pero insuficiente
La alcaldesa, Sara Hernández, ha condenado el ataque públicamente, recordando que “la pintura no puede tapar la lucha de las mujeres”. Ha agradecido el trabajo del personal de Lyma para comenzar la restauración y ha asegurado que “quedan algunos espacios por reparar que serán arreglados lo antes posible”.
Pero ya no basta con limpiar la pintura. Hace falta limpiar el discurso público. Porque mientras grupos como Juventud Combativa campan a sus anchas en redes sociales con 15.000 seguidores, mientras difunden vídeos de sus fechorías con total impunidad, mientras se permite que se hable de “convertir España en Rabat” como si fuera una amenaza… entonces no estamos ante un simple grafiti: estamos frente a un síntoma claro de radicalización y odio organizado. Y frente a eso, no vale solo con borrar y pintar de nuevo.
Otros ataques, misma ideología: Parla, Madrid, toda España
El caso de Getafe no es un hecho aislado. En Parla, otro mural –esta vez dedicado a la inmigración y firmado por Boa Mistura– también fue atacado con insultos racistas, símbolos nazis y mensajes como “inmigrante maleante”. Incluso el rostro de una niña afrodescendiente fue profanado con una esvástica. La barbarie es transversal: va contra las mujeres, contra los inmigrantes, contra la diversidad, contra todo lo que no encaje en su esquema blanco, heteropatriarcal y autoritario.
Como ha señalado Ana González Mariscal, portavoz de Más Madrid-Compromiso con Getafe, este ataque no solo es misógino. Es también abiertamente racista. Y eso exige una respuesta a la altura: no solo política, también social.
¿Dónde están los límites? ¿Cuánto más se va a tolerar?
La impunidad con la que actúan estos grupos ultras es alarmante. Que puedan difundir sus agresiones como si fueran hazañas, que utilicen símbolos patrióticos para justificar su odio, que se les permita organizarse, reclutar y crecer en redes sociales… es, sencillamente, intolerable. No estamos hablando de libertad de expresión: estamos hablando de apología del odio, de delitos de incitación a la violencia, de agresiones a derechos fundamentales.
Y mientras tanto, las instituciones siguen caminando con pies de plomo, temerosas de parecer “partidistas” o “ideológicas”. Pero defender la igualdad, el feminismo o la convivencia no es una opción política: es un deber democrático.
La respuesta vecinal: organizada, valiente, persistente
Frente a cada ataque, la ciudadanía responde. Getafe, como en 2021, no se calla. Decenas de personas ya se han ofrecido a restaurar el mural. Se organizan, se acuerpan, como dice la teniente de alcalde Alba Leo, y vuelven a ocupar el espacio público que otros intentan arrebatar. Porque ese es el verdadero objetivo: borrar la visibilidad de quienes luchan por una sociedad mejor. Y eso, por mucho que pinten de negro, no lo van a conseguir.
Conclusión: la defensa de los derechos se pinta y se cuida
No es solo una pared. No son solo dibujos. Es memoria colectiva, es historia en color, es resistencia desde el arte. Vandalizar un mural feminista no es una simple gamberrada: es un intento de silenciar ideas, de retroceder en derechos y libertades.
Pero hay algo que no podrán tapar con pintura: la determinación de una sociedad que cree en la igualdad, en la diversidad y en el respeto. Cada brocha que restaura, cada vecino que se suma, cada gesto que reivindica, son una respuesta serena pero firme.
Porque frente a quienes destruyen, siempre habrá quienes cuiden. Y eso es lo que marca la diferencia.
Y en esa respuesta colectiva, también es justo reconocer la rapidez y el compromiso de quienes cuidan lo común. La empresa municipal de Limpieza y Medio Ambiente (Lyma) actuó con agilidad y eficacia, devolviendo el mural a su estado original en cuestión de horas. Un gesto que demuestra que, cuando las instituciones están a la altura, el arte y los valores que representa no tardan en volver a brillar.