China lanza megabuques de acuicultura mientras sigue explotando caladeros globales. ¿Solución real o lavado verde a gran escala?

Durante años, la estrategia de China para alimentar a su población con pescado ha sido bastante directa: salir con miles de barcos a esquilmar medio planeta. Desde las aguas de Perú hasta las costas de África occidental, el patrón se repite: flotas enteras pescando hasta el agotamiento, mientras los países afectados apenas pueden controlar lo que pasa a pocas millas de su costa.

Ahora China dice tener una solución más “sostenible”: gigantescos buques de acuicultura en alta mar, con sensores, inteligencia artificial, motores autónomos y promesas de producción limpia. Y aquí viene la pregunta: ¿hay algo que huela más a lavado de cara tecnológico?

De expolio a industrialización flotante

El Wan Qu Ling Ding, recién botado, no es un barco pesquero. Es un portaaviones de peces. 156 metros de largo, 44 de ancho, 12 piscinas flotantes capaces de producir hasta 5.000 toneladas métricas de pescado al año. Como si trasladaras una piscifactoría terrestre del tamaño de tres millones de metros cuadrados... al océano.

Y por si fuera poco, el sistema es autónomo. El barco se desplaza solo, busca aguas limpias, se aleja de tifones, recicla el agua del mar, se alimenta con energía eólica y te mide hasta la temperatura de los eructos de los peces si hace falta. Todo muy verde, muy moderno, muy “friendly”.

Pero esto no es más que otra vuelta de tuerca al viejo truco: industrializar el mar.

¿Y qué pasa con los caladeros?

Mientras nos distraen con luces LED y palabras como “acuicultura inteligente”, la otra realidad sigue ahí: China sigue siendo la primera potencia pesquera del mundo, con una flota que opera impunemente más allá de sus aguas jurisdiccionales. Según la FAO, un tercio de la pesca mundial está relacionada con el gigante asiático. Un tercio. Y en muchos casos, sin transparencia ni control internacional.

En Perú, los pesqueros chinos han sido denunciados por arrasar con el calamar gigante. En África, por desplazar a pescadores locales. En Argentina, por operar de noche y sin AIS (el sistema de rastreo obligatorio para evitar colisiones). ¿De verdad ahora quieren hacernos creer que se han vuelto sostenibles?

El salmón como excusa geopolítica

El otro gran actor es el Su Hai No. 1, un buque especializado en la cría de salmón, capaz de producir 8.000 toneladas al año y procesarlo a bordo para entregarlo en 24 horas. ¿Por qué tanto interés por el salmón? Fácil: China importa más del 80% del salmón que consume. Y eso, en plena guerra comercial, es visto como una debilidad.

Solución: fabricarlo en casa. Bueno, en aguas internacionales, que es más barato, más flexible y menos regulado. Lo llaman “autosuficiencia alimentaria”. Pero en realidad es una maniobra geoestratégica para reducir dependencia y controlar la cadena de suministro, a costa de abrir un nuevo frente en los océanos.

Tecnología ≠ sostenibilidad

Que nadie se equivoque. El hecho de que el barco tenga sensores, filtros y se mueva solo no significa que sea sostenible. La acuicultura en alta mar plantea serios riesgos: residuos, propagación de enfermedades, uso de antibióticos, escapes de especies no autóctonas, impacto en los ecosistemas marinos.

Además, ¿quién fiscaliza esto? ¿La empresa propietaria? ¿El gobierno chino? ¿Algún organismo internacional con dientes de goma? Lo más probable es que, como pasa con sus pesqueros industriales, el control sea mínimo y los beneficios, máximos.

Del mar como despensa al mar como fábrica

Lo que estamos viendo es un cambio profundo en la forma de explotar el océano. Antes se pescaba lo que había. Ahora se produce lo que se quiere. ¿Suena bien? Puede. Pero también da miedo. Porque si convertir el mar en una cadena de montaje flotante se convierte en el nuevo estándar, el ecosistema marino global va a tener que soportar aún más presión de la que ya tiene.

Y no es que venga solo de China. Pero sí es el país que más rápido, más lejos y con más recursos está empujando en esa dirección.

Una huida hacia adelante

China quiere dejar de ser el villano de la pesca ilegal y aparecer como el líder de la acuicultura futurista. Pero es difícil creérselo cuando su historial está plagado de abusos, mentiras, capturas no declaradas y acuerdos opacos.

Que ahora vistan el mismo modelo extractivista con ropajes de innovación no cambia la esencia: seguir explotando el mar, solo que de forma más sofisticada.


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