La pesca recreativa en España es como ese primo que parece que no hace nada… pero que cuando te paras a mirar, resulta que está facturando más que tú y que medio barrio junto. No hace ruido, no sale en los telediarios y nadie le da una medalla, pero mueve un dineral. Y lo mejor: sin apenas dejar huella.
Lo que empieza con una caña, un anzuelo y la ilusión de sacar algo del agua, en realidad pone en marcha una máquina económica que muchos políticos aún no han entendido. Y ya va siendo hora.
Mucho más que un hobby: hablamos de pasta (y mucha)
Según los pocos estudios serios que hay sobre el tema, la pesca recreativa en España mueve más de 1.000 millones de euros al año. Sí, sí, has leído bien. Mil millones. Y eso sin contar los gastos que no quedan registrados, como el bocata de atún que te zampas en el puerto o la gasolina que echas camino del pantalan.
¿De dónde sale tanto dinero? Pues de aquí:
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Compra y mantenimiento de embarcaciones.
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Licencias, seguros y amarres.
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Cañas, señuelos, cebos, GPS, sondas, neveras, ropa náutica…
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Gastos en gasolina, alojamiento, comidas, viajes…
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Charter de pesca para turistas (que cada vez se estila más).
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Talleres, mecánicos, guías, marineros, tiendas especializadas…
Y no hablamos solo de señores jubilados con zodiac. Hay chavales de 20 años con más cañas que camisetas, y turistas que vienen desde Alemania o Francia solo para pasar una semana pescando en Canarias, Baleares o la Costa del Sol. Y se gastan un dineral.
Un estudio en Baleares, por ejemplo, estimó que solo allí la pesca recreativa genera unos 334 millones de euros al año. En Baleares. Imagínate si hiciéramos números en Galicia, Andalucía, Valencia o Cataluña. Pero claro, no se hacen. Porque no interesa. Porque seguimos tratando la pesca recreativa como si fuera una afición menor, y no lo que realmente es: un motor económico.
¿Y el empleo? También se nota
Cada euro que se gasta en pesca recreativa va dejando huella: crea empleo. Y no poco. Desde las tiendas de artículos de pesca hasta los mecánicos navales, pasando por los guías de pesca, los marineros de apoyo, el personal de los puertos deportivos, los trabajadores de los talleres o incluso los camareros de los bares de puerto.
Lo mejor es que muchos de esos empleos son en zonas donde no abundan precisamente las oportunidades: pueblos costeros, pequeños municipios con puertos, islas que en invierno viven medio dormidas…
Y encima, es una actividad que desestacionaliza el turismo. Es decir, no depende del verano. Porque quien pesca lo hace en marzo, en noviembre, o cuando la Mar le deja. El turismo de pesca no entiende de puentes ni de Semana Santa. Va a su ritmo, y eso ayuda a mantener ingresos todo el año.
¿Por qué no crece más si lo tiene todo?
Pues porque aquí lo de facilitar las cosas va con pinzas, y a la pesca recreativa no le ha tocado premio.
1. Falta de reconocimiento oficial
La pesca recreativa no tiene lobby, no tiene un sillón en Bruselas ni nadie que levante la voz por ella. Sigue tratándose como un entretenimiento, cuando ya va siendo hora de hablar de “sector”. Porque lo es.
2. Trámites, licencias y líos administrativos
Cada comunidad autónoma tiene sus licencias, sus normas, sus apps (cuando las hay), sus periodos de veda… Un lío. Si quieres pescar en Murcia y luego irte a Almería, tienes que hacer trámites distintos. Como si el pescado supiera dónde acaba una autonomía y empieza otra.
3. Reglas poco claras y mal comunicadas
Hay normativas que parecen escritas para pillarte. ¿Cuántos jureles puedes coger? ¿Dónde empieza la veda? ¿Qué talla tiene que tener el dentón? Y lo más triste: muchas veces no es que no quieras cumplir, es que no sabes cómo.
4. Prejuicios
Se sigue metiendo en el mismo saco al que pesca para disfrutar y al que trapichea pescado sin declarar. Y no, no es lo mismo. Hay furtivos, sí, como en todas partes, pero la mayoría de la gente que pesca lo hace bien. Y aún así, se les mira con recelo. Incluso se criminaliza a quien pesca desde orilla.
5. Desconexión institucional
¿Sabes cuántos políticos han salido a pescar alguna vez? Probablemente los mismos que entienden lo que es una talla mínima. Cero.
¿Y si se hicieran bien las cosas?
Pues esto podría despegar como un cohete. Aquí van unas cuantas ideas que no son ciencia ficción:
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Una licencia nacional única, válida en todo el país y fácil de obtener online. Ya si eso en castellano y sin que te pida certificado digital del siglo pasado.
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Campañas turísticas internacionales para atraer a pescadores de fuera. Hay países donde esto ya se hace. Aquí, ni se plantea.
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Formación y certificación de guías de pesca, igual que hay guías de montaña. Gente profesional, preparada, y que genera confianza.
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Fomento de la pesca sostenible, con incentivos para el marcaje y suelta, colaboración en estudios científicos y respeto por las especies.
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Estudios serios y anuales que permitan tener datos reales, medir el impacto y mejorar lo que no funcione.
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Promoción de apps y tecnologías útiles, no solo para controlar al pescador, sino para ayudarle: saber qué se puede pescar, cuándo y cómo.
Cierre con anzuelo
La pesca recreativa en España tiene un potencial brutal. Ya lo tiene, de hecho. Lo que falta es que se le quite el freno de mano. Que se le reconozca como lo que es: una fuente de riqueza, de empleo, de turismo y de bienestar. Y que se empiece a construir con ella, no contra ella.
Porque no todo el que lanza una caña está de vacaciones. Algunos están moviendo la economía sin que nadie se entere.
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