De devoradores de gasolina a ahorradores discretos
El primer salto serio ha sido el consumo. Ya no necesitas un bidón por hora para moverte. La llegada de la inyección electrónica directa y los sistemas de gestión de motor inteligentes lo ha cambiado todo. Los motores ajustan automáticamente la mezcla aire-combustible dependiendo de la velocidad, la carga y hasta la temperatura exterior. Eso significa que no vas siempre “a lo bruto”, sino que el motor dosifica con cabeza. Resultado: hasta un 30% menos de consumo en muchos modelos nuevos.
Y si entramos en detalles, cosas como el control electrónico del acelerador (drive-by-wire) también ayudan. Ya no hay cablecitos que se estiran o se atascan. Todo va por señales electrónicas. Más preciso, más suave y más duradero.
A esto hay que sumarle avances en las hélices. Las de Sharrow, con su diseño toroidal (sí, como un donut), han demostrado en pruebas reales que mejoran la eficiencia, aumentan la velocidad punta y reducen las vibraciones.
¿El truco? Que no tienen borde externo, por lo que el agua fluye de forma más suave y directa. ¿El problema? El precio. Una hélice puede costarte lo mismo que un fueraborda de segunda mano. Pero quien la prueba, no quiere volver.
Adiós al humo (y al típico pestazo de mezcla quemada)
Los fueraborda de 2 tiempos tradicionales fueron durante años los reyes, pero también los culpables de que muchas zonas costeras olieran a garaje quemado. ¿La diferencia ahora? La normativa ha entrado con fuerza. La Unión Europea con su Directiva RCD II, y Estados Unidos con la EPA, han puesto límites duros a las emisiones.
Eso ha obligado a los fabricantes a espabilar. Hoy, casi todo el mercado está dominado por motores de 4 tiempos, que emiten menos CO, menos NOx y menos hidrocarburos. Son más pesados, sí. Pero a cambio, mucho más limpios, duraderos y estables.
Y si vamos un paso más allá, entramos en el mundo eléctrico. Porque sí, también hay fueraborda eléctricos. Torqeedo lleva años empujando esta tecnología, y ahora marcas como ePropulsion, Pure Watercraft o incluso Mercury con su Avator 20e, 35e y 75e, se han subido al carro.
¿Lo bueno? Cero emisiones. Silencio total. Mantenimiento casi nulo. ¿Lo malo? La autonomía. En un barco pequeño, para paseos cortos o pesca tranquila, perfecto. Pero para navegar en serio todavía falta. Las baterías pesan, ocupan espacio y se cargan lento. Pero ojo, esto avanza rápido. En 3-5 años puede que estemos hablando de otra cosa.
Navegar sin vibraciones (ni sustos ni gritos)
La navegación también ha cambiado. Los motores modernos no solo consumen menos y contaminan menos. También se comportan mejor. ¿Cómo? Con una mezcla de electrónica y diseño mecánico refinado.
Ahora hay trimado automático, que ajusta la inclinación del motor según la velocidad y la carga. Hay direccionamiento digital que hace que maniobrar en puerto sea casi como jugar con un joystick. Y hay asistentes que sincronizan varios motores fueraborda como si fueran uno solo, para barcos de doble o triple hélice.
La reducción de vibraciones y ruido también es real. Se han mejorado los soportes, las cámaras de combustión, los escapes… todo para que no parezca que vas sobre una lavadora en modo centrifugado. En pruebas recientes, motores como el Suzuki DF140BG o el Yamaha F150 apenas superaban los 70 decibelios a crucero. Eso es menos que un secador de pelo moderno.
Y si quieres datos, te los doy: modelos de última generación con sistemas de escape bajo el agua y aislamiento acústico logran reducciones de ruido de hasta un 50% frente a motores de hace solo 10 años.
Pantallas, apps y mantenimiento con notificación push
Sí, los fueraborda ahora llevan pantallas. Y no solo para ver las revoluciones. Puedes ver el consumo por milla, la temperatura, la presión del aceite, los errores del sistema, el historial de mantenimiento… Todo desde una pantalla multifunción o, directamente, desde el móvil con apps como VesselView Mobile (Mercury) o Suzuki Connect.
Además, si algo va mal, te avisa. No hay que esperar a que el motor “suene raro”. Y si llevas conectividad, algunos talleres pueden acceder remotamente para hacer un diagnóstico sin que tengas que salir del agua. Más cómodo, sí. Más dependencia de la electrónica, también. Pero es el camino que va tomando todo.
¿Y qué hay en el horizonte?
Se están probando cosas muy serias. Algunas rozan la ciencia ficción, pero ahí van:
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Fueraborda de hidrógeno: Yamaha, en colaboración con Toyota, ya está desarrollando prototipos de motores fueraborda alimentados por hidrógeno. Limpios, potentes y sin las limitaciones de las baterías. Aún lejos del mercado, pero en marcha.
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Híbridos térmico-eléctricos: Combinan lo mejor de los dos mundos. Potencia cuando hace falta, pero navegación silenciosa y limpia en zonas protegidas o a baja velocidad. Aún son raros, pero hay prototipos funcionando en Japón y EE.UU.
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Autonomía asistida y navegación semiautónoma: sensores de radar, GPS y visión artificial que permiten al motor mantener rumbo, evitar colisiones o incluso seguir un trayecto programado. Perfecto para fondear o seguir un cardumen sin tocar el timón.
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Software predictivo: algoritmos que analizan tu estilo de navegación, los datos de uso y el desgaste de componentes para prever fallos antes de que ocurran. Te avisan, literalmente, antes de que rompas algo. No es ciencia ficción. Ya lo usan algunas flotas profesionales.
Entonces, ¿vale la pena cambiar?
Depende de tu caso. Si navegas mucho, sí. Si tu motor es viejo y gasta como un avión, también. Si estás en zonas donde se empieza a restringir el térmico, ni lo dudes. Pero si solo sales tres veces al año, igual no te compensa el gasto. Eso sí: el cambio se nota.
Y lo más importante: por mucho que avance la tecnología, lo que no cambia es el mar. Seguirá dándote días buenos y días malos. Pero al menos, con estos motores, te dará menos dolores de cabeza.
¿Has probado ya alguno de estos motores modernos? ¿Tienes uno viejo que se resiste a morir? Cuéntalo abajo. Que en el pantalán todos aprendemos más de los errores que de los folletos.
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